lunes, 21 de abril de 2008

Poesia guatemalteca -Oscar Wyld Ospina-

LA CIUDAD DE LAS CUMBRES

(Quetzaltenango, antigua Xelahun-Kie)

Ciudad de las historias romancescas
que un encanto pretérito acrisola;
Toldo de callejas pintorescas,
con algo de india y mucho de española...

Sugestión secular, anacronismo
de esta vieja ciudad, que en el incierto
trajín del siglo ofrece el hibridismo
del tiempo vivo junto al tiempo muerto.

Prefiero al mármol y a la fina piedra
con que el moderno gusto te atavía,
en muro coronado por la yedra,
la reja antigua y la tortuosa vía:
cuanto en ti evoca la altivez bravía
con la que tus autóctonos guerreros
tornaron rojo al Xequijel un día,
entre el flamear de los plumajes fieros:
cuanto invita a soñar glorias remotas,
resonar de epopeyas olvidadas;
silbantes flechas, aceradas cotas,
nombres sonoros, ínclitas espadas;
cuanto llenó los ámbitos obscuros
del tiempo con fulgor de tempestades,
y detuvo, en las lides de tus muros,
los años, convertidos en edades...

Amo yo las historias y consejas
de un pasado que vive todavía...
Romanticismo de las cosas viejas,
romanticismo que es melancolía...

Amo la noche en que el vivir se aquieta
y en la ciudad todo rumor se apaga,
y hay en la sombra una ansiedad secreta
y en el silencio una dulzura vaga;
y entre el crespón de la viajera nube
la errante luna de palor se nimba,
y de la noche en paz, trémulo, sube
el lamento ancestral de la marimba,
mientras bajo el embozo, la figura
gallarda de don Juan ronda el poblado:
truhanesco paladín de la aventura
en las encrucijadas del pecado...
Amo la majestad de tus montañas;
tus picachos de cólera crispados;
el claro río en tus faldas bañas;
la mansa grey pastando en los collados;
el volcán que de nieve se corona.

La canción de los trigos candeales;
y el valle que se cubre de trigales
cuando jocunda primavera entona
el bíblico verdor de las praderas;
los casales al pie de las colinas,
cuando las suaves brisas mañaneras
barren con el cendal de las neblinas
y cruzan, tranqueando por las eras,
las pesadas carretas campesinas...

¡Oh, el frío aliento de tus rudas cumbres
y el amplio trazo de tus serranías
donde el sol quiebra tus primeras lumbres
y abate el huracán sus osadías!

¡Oh, tu cielo de diáfanos cristales
y tus místicos bosques centenarios
semejantes a vastas catedrales
que perfuman a perpetuos incensarios!

Yo he amado, ¡oh, ciudad!, la soledosa
paz de tu alma mística y roqueña:
y siento en mi quietud algo que sueña
y en mi sueño un impulso que reposa;
afán de alas, voluntad de vuelo;

idea que al surgir será aletazo:
estrofa que recoge un mudo anhelo;
verso que brota en interior chispazo...

Han crecido mis sueños en tu seno
más altos que el destino y que la muerte:
como tus cielos me volví sereno,
como tus cumbres, me he tornado fuerte.

Y un día al emprender de nuevo el viaje
llevaré en mis alforjas de romero
el ritmo y el color de tu paisaje
y un puñado de arenas del sendero.

No hay comentarios: