lunes, 6 de octubre de 2008

Páginas de la historia

LA CIA Y GUATEMALA: MANUAL PARA DERRIBAR UN RÉGIMEN

La operación que depuso al presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, hace ya casi medio siglo, pone al descubierto semejanzas y cambios de la estrategia imperial para liquidar enemigos, o fabricarlos según convenga. ”Ellos igual nos habrían derrocado, aunque no hubiésemos plantado bananos.”
J. Fortuny, sindicalista guatemalteco

Sentenciada por una violenta colonización, Guatemala ha recogido un amplio legado de personalismos y golpes de Estado. Asociada con apellidos de dictadores históricos comenzó a transitar a partir de 1944 sus "diez años de primavera". Por medio de sus primeras elecciones libres, Juan José Arévalo inició en 1945 el proceso reformista, continuado y profundizado luego por Jacobo Arbenz, su sucesor en 1950. Pese a la continua presión externa -Arévalo denunció 32 complots-, Arbenz, apenas asumido, dejó claros sus objetivos: "Convertir nuestro país de una nación dependiente con una economía semicolonial en un país independiente económicamente" e intentar abandonar su carácter "feudal" por el de un "Estado capitalista moderno". Pese a afirmar que para alcanzar dichas metas necesitaba "fortalecer su sector privado" donde "descansa la actividad económica fundamental", osadamente remarcó que necesitaría del capital extranjero sólo en la medida de que el mismo se ajustara "a las condiciones locales, (y) permanezca siempre subordinado a las leyes guatemaltecas, coopere con el desarrollo del país y se abstenga de intervenir en su vida social y política".
Partiendo del censo de 1950 (41 por ciento de la tierra concentrada en 516 fincas; 0,14 por ciento del total), Arbenz programó la reforma agraria. Concebida en el afán de lograr revertir una regresiva situación social, proponía "liquidar la propiedad feudal en el campo" para, desarrollando "métodos capitalistas de producción", sustentar el "camino para la industrialización". Deteniéndose en que fueran "abolidas las formas de servidumbre", "las prestaciones gratuitas y los repartimientos de indígenas", subrayaba el "desarrollar la economía capitalista campesina y de la agricultura en general". Afectando a guatemaltecos y extranjeros, los comités agrarios comenzaron su aplicación en marzo de 1953. Hasta su renuncia (junio de 1954), Arbenz firmó expropiaciones de medio millón de hectáreas ociosas, lo que significó que 500 mil campesinos se vieran beneficiados, otorgándoseles (para fomento del mercado interno) créditos por 18 millones de dólares. El producto bruto, el consumo personal y la importación de maquinarias (tres rubros en ascenso), demostraban la eficacia del plan.
LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO
Los problemas se profundizaron cuando la aplicación del proyecto afectó las tierras ociosas de la United Fruit Company (UFCO). La compañía -molesta ya con Arévalo- acudió al Departamento de Estado, cuyo secretario, John Foster Dulles, era un abogado que entre sus méritos contaba haber redactado los borradores de los contratos firmados por la empresa y el gobierno guatemalteco en 1930 y 1936. Fue por su intermedio que la UFCO reclamó entonces 16 millones de dólares, que de acuerdo con lo que preveía la ley agraria eran sólo 627 mil, explicándose la diferencia en que, para evadir aportes, las declaraciones habían sido históricamente fraudulentas.
En medio de la "caza de brujas" macartista, la UFCO contrató "una compañía" para iniciar "una campaña agresiva contra Arbenz en los medios de comunicación estadounidenses". En efecto, y según Redmond (presidente de "La Frutera"), "de aquí en adelante ya no se tratará del pueblo de Guatemala contra la UFCO; la cuestión se convertirá en el caso del comunismo contra el derecho de propiedad, la vida y la seguridad del hemisferio".
Con la perspicaz conciencia de que el discurso crea realidades, modifica conductas y actitudes, los estrategas estadounidenses se lanzaron a demostrar cuán cerca crecía un satélite soviético, acudiendo al "mito movilizador" de la época (el comunista), muy redituable ante las miradas de la opinión pública.
Amplificada la realidad, abolido el contexto y obviadas las relatividades acerca de distintas situaciones, los funcionarios no tenían dudas: en Guatemala campeaba el comunismo internacional.
Dentro de estos parámetros, Dulles sugirió que la cumbre de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA (Caracas, marzo de 1954) tratara un sugestivo quinto punto: "Intervención del comunismo internacional en las repúblicas americanas". Una vez allí, y a pedido expreso de un Dulles presuroso (tenía una cena en Filadelfia), el quinto punto pasó a ser el primero. Escuchadas las alocuciones, y pese a la brillantez del ministro guatemalteco, la relación de fuerzas acabó por corroborar que para Guatemala era una lucha similar a la del "tiburón y las sardinas": 17 votos favorables, dos abstenciones (México y Argentina), un voto contrario, Guatemala. Emitida la "Declaración de Solidaridad para la Preservación Política de los Estados Americanos contra la Intervención del Comunismo Internacional", Dulles se marchó con la llave que pisoteaba la no intervención. LAS ACCIONES DE LA CIA
Con un enemigo "construido" y la vía diplomática allanada, surgió la acción de un tercer agonista, la CIA, a cuyo frente estaba Allen Dulles, hermano del secretario de Estado. Acicateada por la operación contra el dirigente iraní Mohamed Mossadegh -nacionalizador del petróleo de su país-, la agencia ingenió un plan similar para Guatemala dividido en tres operaciones. A pesar de que en la nación centroamericana no llegaron a instrumentarse asesinatos políticos, existen pruebas documentales que permiten asegurar que esa estrategia constaba de toda una metodología legitimadora. Gerald Haines (del Departamento de Historia de la CIA) explicó que los condicionantes de la Guerra Fría llevaron a los estadounidenses a observar la situación guatemalteca no en un contexto centroamericano, sino como fruto de una "creciente y global lucha" contra la URSS, hecho que los convenció de ponerse en "acción".
En consecuencia se barajaron diferentes planes para derrocar a Arbenz, y en uno de esos "esfuerzos" la CIA consideró llevar adelante algunos asesinatos de "piezas clave" del régimen, por lo que elaboró "listas de individuos a ser asesinados, discutió planes de entrenamiento, y condujo programas de intimidación". Los oficiales de la CIA compilaron los "golpes" a partir de una antigua "lista de comunistas de 1949, e información de la Dirección de Inteligencia en enero de 1952"; y con estos datos concluyeron en una nómina de "los mejores comunistas" a "eliminar inmediatamente en evento de un satisfactorio golpe anticomunista".
A pesar de que este plan no fue unánime, pues según Haines hubo quienes no compartían los asesinatos y sí un "acercamiento más cauteloso", en el gobierno de Harry S Truman (1945-1953) "los juicios de la CIA" sobre Guatemala tuvieron apoyo y el plan comenzó como "operación PbFortune".
Aprobado en julio de 1952, en uno de los reportes hoy desclasificados consta el pedido de armas y la entrega de 225 mil dólares a Castillo Armas. Pese a contar con el entusiasta apoyo del presidente nicaragüense Anastasio Somoza (quien en visita a Truman en abril de 1952 manifestó que si lo "proveyeran con armas, él y Castillo Armas derrocarían a Arbenz") el plan fracasó al cabo de un mes. A pesar de esto, hay evidencia de que un "grupo K" fue entrenado, existiendo como prueba fehaciente de esto un manual (Un estudio del asesinato), preparado por un psiquiatra de la CIA, Sidney Gottlieb. En este manual, tras entender al asesinato como "medida extrema" no "moralmente justificable", el psiquiatra escribió que éste podía ser válido por proveer "ventajas positivas" para la organización. Sobre las "técnicas", el médico refirió que quien lo debía llevar adelante debía ser un sujeto "valeroso, inteligente, ingenioso, y físicamente activo, (…) transitorio en el área" y mantener un contacto mínimo con la organización.
Dos memorandos del 31 de marzo de 1954 detallan tres rangos dentro de los cuales debían caer los funcionarios seleccionados, y a partir de allí, dos categorías. El primero especificaba que fueran "funcionarios de alto rango en el gobierno"; el segundo que fueran "ciento por ciento probados como líderes comunistas cuya extirpación es requerida de inmediato para el éxito futuro del nuevo gobierno"; el tercero refería a que debían ocupar una posición "clave" en el gobierno o aparato militar. Y para finalizar, dos categorías, A y B; la primera de las cuales suponía deshacerse de dichas personas por medio del asesinato; y la segunda por el exilio o prisión.
GUERRA DE NERVIOS
Entendida como el intento de vencer a un oponente destruyendo gradualmente su moral con amenazas y presiones psicológicas, el desarrollo de una faceta de este tipo viene a mostrar hasta qué punto la CIA educó y entrenó a algunos funcionarios para desempeñar estas tareas en pos de su lucha contra el comunismo. Y también aporta sobre el papel que ocupaba en su psiquis la histeria anticomunista.
Concebida para "aplicar al máximo la presión psicológica contra los enemigos", intentó poner al gobierno fuera del equilibrio normal para hacerlo susceptible a la posterior intervención secreta y su derrocamiento. Considerada como paso previo, la "psywar" en Guatemala contó con publicaciones falsas, radio clandestina, hojas sueltas arrojadas desde aviones y el uso de tarjetas de intimidación. En definitiva, y como reconoció un estadounidense, aquella fue "una oportunidad de aplicar todo lo que la agencia había aprendido sobre cómo minar a los enemigos con desinformación y amenazas". Reconocida desde el punto de vista táctico como muy eficaz, poseía sus métodos de carácter convencional: se presionaba no sobre la masa sino en "blancos individuales".
"PbSuccess" fue el nombre en código que designó la operación encubierta destinada a remover a Arbenz. Concebida por la CIA, fue aprobada por los departamentos de Estado y de Defensa -el Pentágono- y la Casa Blanca. En método, escala y concepción, la operación no tenía antecedentes y, presentada como un modelo práctico para deshacerse de gobiernos nacionalistas o proclives a doctrinas de izquierda, resultó compartible puesto que era un sustituto más económico y discreto que la intervención de las fuerzas armadas.
Los documentos desclasificados permiten verificar que sus movimientos preliminares comenzaron en 1952 con las propuestas de asesinato. En la mañana del 2 de mayo dos funcionarios reunidos en un hotel pusieron en común sus ideas para derrocar al presidente. Al finalizar, ambos partieron; uno para Washington y el otro a Honduras, a dar cuenta a Castillo Armas. Acordaron un plan que en noviembre de 1953 fue denominado como Plan General de Acción-Guatemala. Los objetivos eran "remover en forma encubierta y si es posible sin asesinatos" a Arbenz e "instalar y sustentar, encubiertamente, un gobierno pro Estados Unidos".
Consideraban que el comunismo se había "atrincherado en Guatemala" siendo una "amenaza"; mientras la oposición estaba "dispersa y desunida". El plan de operaciones constaba de seis etapas: entre ellas "crear desacuerdo y deserción dentro del objetivo", desacreditarlo dentro y fuera, manifestar su "inhabilidad" y "crear esperanza y alentar la paciencia entre los no comunistas". En un segundo plano, externo, se preveía ejercer "presión económica" y "completar acuerdos militares con Nicaragua, Honduras y El Salvador". Se preveía además "crear el máximo antagonismo contra el régimen"; la máxima presión económica, militar y diplomática; "acentuar la actividad divisionista"; una "intensiva campaña de rumores que estimulen el miedo a la guerra" y la proclamación por las "fuerzas revolucionarias" del manifiesto apoyo popular del que gozan. Y no se excluía la aplicación de un plan de "sabotaje agresivo" contra los objetivos clave; el lanzamiento de un "ultimátum" por parte del dirigente rebelde, y la entrada al país de sus fuerzas. Otorgada a la acción una "prioridad máxima", comenzó a aplicarse junto a la "psywar".
PROVOCACIONES Con estos medios en funcionamiento, siendo inminente la invasión, las fuerzas rebeldes de acuerdo con la observación de los funcionarios de inteligencia debían "probar su fuerza", programándose "actos específicos de violencia anteriores al Día D" (comienzo de la invasión) para mayo de 1954.
Para este clima previo un oficial de la CIA elaboró una "serie de provocaciones" tanto locales como internacionales para dotar de justificación al derrocamiento. Creyendo que las condiciones de Honduras eran las más manipulables, el agente de sagaz imaginación aconsejó algunas ideas: "Una bomba soviética explota bajo el auto de Gálvez sólo un minuto después de que salió (...) el virtual asesino arrestado confesaría que es miembro del PGT (...) o quizás mejor (...) un mítico oficial soviético (con) algunos billetes de rublos (...) un pasaporte de escape soviético o polaco u otra visa comunista"; "un grupo de guatemaltecos es capturado en la frontera (con) Honduras, equipado con armas soviéticas, mapas militares, y un miembro del grupo admitirá que son la avanzada de una fuerza guatemalteca a punto de cruzar la frontera".
Internamente -mientras tanto- propuso "secuestrar personas anticomunistas (...) como la esposa y los hijos de un empresario estadounidense; uno podría encontrar las ropas de la mujer ensangrentadas en la orilla de un lago cercano o encontrarse pistas de que los asesinos y/o secuestradores son comunistas, por ejemplo una cruda inscripción 'muerte a todos los capitalistas' con la hoz y el martillo sobre la pared de la casa"; "cometer sacrilegio en una iglesia (...) pintando 'la religión es el opio para los pueblos'"; "disparando contra una finca de la UFCO o la casa de un millonario terrateniente, encontrando restos de una bomba incendiaria soviética".
"Después de unos días como los de arriba", proseguía el agente, "se ha creado una fuerte impresión de un comienzo de terror comunista", disparador de la intervención.
LA DERROTA
Arribaron los mercenarios y, temeroso de que detrás llegara un contingente, Arbenz renunció. Fruto de una traición militar, y gracias a la decidida acción del embajador de Estados Unidos en Guatemala, el mando quedó en manos del coronel Carlos Castillo Armas.
Con la victoria, el principal agente de la CIA en Guatemala (Wisner) comenzó a buscar la forma de "explotar la victoria": con la ayuda de dos oficiales de contrainteligencia prepararon un "trabajo de arrebato" de documentos que permitieran trazar la implicancia comunista. Pese a que al arribar los funcionarios los cuarteles del PGT y los sindicatos "ya habían sido saqueados por el ejército y por niños callejeros", otros funcionarios llegados antes "habían comprado documentos secretos a un niño pequeño".
De aquellas pilas de papeles, destacaba una característica esencial: no probaban implicancia ni dominio externo y poseían "importancia local". Ronald Schneider, un investigador que trabajó con ellos "no encontró huellas de control soviético y sí evidencia considerable de que los comunistas guatemaltecos actuaban solos". Comunismo de entre casa también comprobado cuando los estadounidenses, presurosos por implicancias, decidieron realizar una acción tendiente a que Moscú solicitara extraditar a Arbenz: ello era imposible pues Guatemala ni siquiera mantenía relaciones diplomáticas con la URSS.
Con Arbenz exiliado comenzó la "des sovietización": anulación de la ley agraria y devolución de tierras a la UFCO, firma de un pacto de ayuda y defensa con Estados Unidos, quita de derechos civiles a las mayorías, persecución de sindicalistas y agraristas, y 60 millones de dólares. Abierto así un período de polarización y violencia extrema, hoy Guatemala está sumida en la hambruna y con alarmantes niveles de pobreza. En 1995, al arribar los restos de Arbenz desde El Salvador, velados en el mes aniversario de la revolución, fue el pueblo quien en un acto espontáneo hizo notar que la huella del líder seguía intacta. Pese al silencio de la clase política, cien mil guatemaltecos siguieron su última marcha al cementerio e impidieron la oratoria militar.
La heroica despedida al dirigente vilmente derrocado tal vez demostró que aquella "tierra de la tiranía eterna" fue marcada a fuego por los "diez años de primavera", y que a pesar de décadas de violencia, la huella está aún viva. Por Roberto García. Brecha. Uruguay, octubre del 2002.

No hay comentarios: