martes, 23 de diciembre de 2008


De Hobsbawm, las crisis financieras y el posible “retorno a Marx”

-Iván Choto-

“¡todo vuelve y retorna eternamente, cosa a la que nadie escapa!"
F. Nietzsche.

Eric John Ernest Hobsbawm es uno de los miembros del grupo profundamente influyente de historiadores marxistas que fundaron el enfoque de “la historia desde abajo”.

La historia desde abajo es un término acuñado por el historiador francés Georges Lefebvre; el cual fue posteriormente adoptado, desarrollado y hecho común por los historiadores marxistas británicos conocidos como Grupo de historiadores del partido comunista de Gran Bretaña. Lo propio dentro del concepto es que la narración histórica en el contexto mismo de la historia social se enfoca en la perspectiva de la gente común, en vez de la de los líderes políticos y de otra condición.

Para Hobsbawm es de vital interés el desarrollo de las tradiciones, su argumento es que muchas tradiciones son inventadas por élites nacionales para justificar la existencia e importancia de sus respectivas naciones.

Dentro de sus muchas publicaciones destacan la trilogía acerca del “largo siglo XIX”: The Age of Revolution: Europe 1789-1848 (1962); The Age of Capital: 1848-1874 (1975); The Age of Empire: 1875-1914 (1987) y el libro The Age of Extremes: The Short Twentieth Century, 1914-1991 (1994)

Hobsbawm ha estado desde su nacimiento entre los avatares de las eras de los siglos XX y XXI. Por ejemplo, estaba recientemente nacido en el momento de la revolución Bolchevique, también en el entonces de la desintegración del imperio británico, aquel imperio que durante doscientos años tuvo como perspectiva la de dominar el mundo en base a sus posesiones territoriales y comercio de ultramar, cuando entonces -principiando el siglo XX- no era absurdo considerar a Londres como la capital del mundo, pues eran tiempos en que la industria británica lideraba a nivel mundial al punto tal que cerca del 30 % de todos los productos manufacturados provenían de fábricas británicas. La gente en Inglaterra comenzó a hablar del “Destino Imperial del pueblo británico” y se enorgullecían del “Imperio donde el sol nunca se pone”. Sin embargo, Hobsbawm ha sido testigo de su colapso y de cómo los ingleses han debido tragarse sus desafortunadas ilusiones y ver el fin de su portentosa era victoriana. El antiguo imperio hace mucho que ha pasado de moda. Hoy en día Gran Bretaña es un Estado más de Europa Occidental que está tratando de sostenerse dentro de los niveles aceptables del progreso económico de los demás Estados al igual que siente obligación moral de brindar ayuda a sus antiguas colonias sin reclamar ninguna retribución.
En palabras de Ivana Costa, columnista de El Clarín, “Hobsbawm estaba ahí cuando subió Hitler al poder y cuando fue vencido. Cuando se desmoronó el Muro de Berlín y, con él, toda una era de "socialismo real". Hobsbawm estaba ahí, recorriendo Latinoamérica y siguiendo el rastro de sus movimientos insurreccionales justo en los años que van desde la revolución cubana al surgimiento de las guerrillas setentistas. Y estaba ahí viendo caer las Torres Gemelas de Manhattan, oyendo cómo Washington se declaraba "único protector de cierto orden mundial" y decretaba así la clausura del siglo XX. El 11 de septiembre de 2001.”

Y ahora en la actual crisis financiera mundial cuyo origen radica en el mercado hipotecario estadounidense, Hobsbawm está aquí en los momentos de la caída o quiebre de bancos y financieras norteamericanas y europeas siendo testigo de las sucesivas intervenciones de los distintos gobiernos para paliar el derrumbe de una crisis inevitable.
Ahora es de esperarse que se intensifiquen los argumentos sobre la magnitud de la crisis, su extensión en el tiempo y qué impacto tendrá en la economía real. Hace falta tiempo para que la crisis se acabe, hasta el momento una serie de elementos hacen suponer cambios importantes en el sistema económico mundial. Entre ellos, se destacan las permanentes intervenciones del gobierno de Bush que, para recuperar empresas financieras “amigas”, tiró por la borda los clásicos postulados liberales de la “mano invisible” y el libre mercado. Estas maniobras asumen un carácter inédito para la historia del capitalismo.
El banco de inversión Lehman Brothers y la compañía de seguros American Internacional Group (AIG) quebraron y simultáneamente a la quiebra estallaron más de cuatro décadas de mercados financieros cada vez más desregulados, donde los Estados de las principales potencias no hicieron otra cosa que “dejar hacer”, cuando no fueron los promotores del libre movimiento de capitales especulativos. Todo esto fomentado por el desarrollo de sofisticados instrumentos financieros que interconectaron más que nunca la economía mundial. Merodea en el ambiente la pregunta de si tal crisis determinará el fin de la hegemonía del sector financiero en la actual fase del capitalismo.
El Tesoro de los Estados Unidos ejecutó un desembolso insuficiente en miles de millones de dólares con la intención de frenar la caída de las bolsas de las varias potencias. El total del monto de las hipotecas en Estados Unidos es superior en muchos billones de dólares al monto de préstamos sumando a eso un promedio de mil millones de dólares en créditos caídos que manejan las dos principales entidades nacionalizadas por la actual administración, - Fannie Mae y Freddie Mac-. Esto es una pequeña muestra significativa de la dimensión de la crisis hipotecaria con la que se encuentra explicación de por qué los mercados consideraron insuficientes los aportes del tesoro.
La crisis no tardó en trasladarse a la economía real. La profundidad de este traslado se relaciona con que la economía norteamericana apenas había superado débilmente la crisis que atravesó en los primeros años de este siglo. La recuperación de las inversiones es escasa, no es suficiente a la que se necesita para renovar el ciclo expansivo.

La crisis pesa sobre la economía real debido a que disminuye notablemente la inversión en la producción, aumenta la desocupación, disminuye la demanda, la venta de las empresas, y el ingreso de los trabajadores. Con el inicio de la crisis de las hipotecas se ha suscitado una desvalorización del capital y por consiguiente esto se traduce en recesión la cual afecta la economía norteamericana que cerrará el presente año con un crecimiento mínimo de su PBI.

Luego tendremos que en tanto que la burbuja especulativa crezca se acrecentará simultáneamente el desfase entre las especulaciones financieras y la economía real. Una vez puestas en evidencia lo inútil de vivir en la isla de la fantasía, comenzaran los especuladores al lado de los gobiernos a profundizar la brecha entre la economía real y el sistema financiero a través de inyectar mayor liquidez. Sin embargo, es inevitable la colisión con la realidad misma. El colapso de las cotizaciones de las bolsas de valores mundiales puso en franca evidencia la sobrevaloración de las empresas y el de la misma producción, es decir, valores de empresa y su producción no son correspondientes con su valor real.
En una reciente entrevista a Hobsbawm Marcello Musto, Coordinador y coautor de Karl Marx's Grundrisse, en un resumido recuento de las crisis financieras de la última década (comenzando con la del este asiático en el verano de 1997 hasta la crisis de los préstamos hipotecarios en los Estados Unidos que se inauguró en el 2006) pregunta ¿Es correcto decir entonces, que el regreso al interés en Marx está basado en la crisis de la sociedad capitalista y sobre su perdurable capacidad de explicar las profundas contradicciones del mundo actual? A la cual el interpelado responde:

“Si la política de la izquierda en el futuro será inspirada una vez más en los análisis de Marx, como lo fueron los viejos movimientos socialistas y comunistas, dependerá de lo que pase en el mundo capitalista. Pero esto aplica no solamente a Marx sino a la izquierda como un proyecto y una ideología política coherente. Puesto que, como usted dice correctamente, la recuperación del interés en Marx es considerablemente –yo diría, principalmente- basado sobre la actual crisis de la sociedad capitalista, la perspectiva es más prometedora de lo que fue en los noventa. La presente crisis financiera mundial, que bien puede devenir en una mayor depresión económica en Estados Unidos, dramatiza el fracaso de la teología del libre mercado global incontrolado y obliga, inclusive del Gobierno norteamericano, a considerar optar por tomar acciones públicas olvidadas desde los treinta. Las presiones políticas están ya debilitando el compromiso de los gobiernos neoliberales en torno a una globalización incontrolada, ilimitada y desregulada. En algunos casos (China) las vastas desigualdades e injusticias causadas por una transición de modo general a una economía de libre mercado, plantea ya problemas importantes para la estabilidad social y dudas inclusive en altos niveles de gobierno.
Es claro que cualquier “retorno a Marx” será esencialmente un retorno al análisis de Marx del capitalismo y su lugar en la evolución histórica de la humanidad- incluyendo, sobre todo, sus análisis de la inestabilidad central del desarrollo capitalista que procede a través de crisis económicas auto-generadas con dimensiones políticas y sociales.
Ningún marxista podría creer por un momento que, como argumentaron los ideólogos neoliberales en 1989, el capitalismo liberal se había establecido para siempre, que la historia tenía un fin o, en efecto, que cualquier sistema de relaciones humanas podría ser para siempre, final y definitivo".

En esto de los avatares de la economía me es preciso considerar las elucubraciones de Nietzsche, sobre todo en sus ideas filosóficas acerca del eterno retorno.

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