miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sempervirens


“La crisis económica mundial y sus repercusiones en la conservación ambiental de Guatemala”

-Wilson Castañeda-

“Hecha en Guatemala” y procesada para
darle valor agregado por guatemaltecos: Nuestra naturaleza.

Como siempre, hay dos maneras de ver las distintas situaciones: “como un vaso medio lleno” o “como un vaso medio vacío” y en el análisis de la crisis económica que a nivel mundial se está manifestando, debemos cuidadosamente considerar los impactos negativos pero también los beneficios que acarreará para los esfuerzos de conservación del ambiente en Guatemala.

Debemos reconocer de entrada, que el 87% de la inversión de recursos para la protección de las áreas protegidas y de los hábitat naturales en Guatemala, provienen de la cooperación internacional, ya sea a través de donaciones, de créditos disfrazados de donaciones, de préstamos y hasta del supuesto “canje de deuda por naturaleza” que mejor deberíamos llamarlo “restauración de daños a la naturaleza”. Esto significa que ante la depresión económica, las grandes potencias mundiales que han apoyado a través de ONG´s ambientalistas la gestión para la conservación, dispongan de menor cantidad de recursos y por ende la pita se rompa en el punto más delgado que por supuesto por toda la incertidumbre que la ausencia de planes de gobierno brinda, uno de esos puntos delgados es Guatemala. Lo triste de esta arista del problema es que como hemos permanecido por décadas únicamente estirando la mano para recibir, para ahora que no habrá, no nos prepararon con mecanismos de financiación de programas de conservación que aseguren la protección de nuestros recursos naturales.

Pero, veamos ahora la otra cara de la moneda, esa parte que nos obliga a los guatemaltecos a crear ingeniosamente medidas de sobrevivencia para atravesar las crisis y ojalá que por el bien de nuestra ecología podamos convertir en oportunidades los problemas económicos que se nos presenten, creando oportunidades de desarrollo para el ecoturismo comunitario y empresarial, que en la medida que los grandes tours y cruceros vayan quedando lejos del alcance de los turistas, las oportunidades de bajo costo cobrarán mayor auge.

Otra oportunidad lo constituye la venta de servicios ambientales y no me refiero a aquellos insignificantes y ridículos esfuerzos por procurar que los agricultores pobres de las partes bajas de una cuenca paguen migajas a los también agricultores pobres de la parte alta de la misma cuenca, con lo cual únicamente se han hecho ricos los socios, técnicos y funcionarios de algunas empresas disfrazadas de ONG´s ambientalista; me refiero a cobrar por ejemplo a México la conservación de la parte alta y media de la cuenca del río Usumacinta, a negociar con Belice los beneficios de la conservación de la reserva de biosfera maya, corredor ecológico de la guacamaya de cabeza roja la cual ellos exhiben con tanto éxito a los turistas que los visitan y a ponerle, ahora sí, precio real a todo el oxigeno que Guatemala produce en sus selvas, montañas y manglares, para que sea pagado por los países industrializados en donde ya no pueden producirlo.

La crisis económica mundial es pues una gran oportunidad de cambiar la cultura de dependientes para hacer conservación y pasar a ser concretamente comercializadores de una materia prima de grandes reconocimientos a nivel internacional, “hecha en Guatemala” y procesada para darle valor agrado por guatemaltecos: Nuestra naturaleza.

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