jueves, 13 de marzo de 2008

El castigo de Sísifo sobre nuestra Guatemala. Por Iván I. Choto


“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, sino que apura el recurso hacedero”. –Píndaro-


Nuestra historia política, social y económica parece un calco de la mitología griega inspirada en el castigo de Sísifo, aquel desafortunado, como Prometeo, quien hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia. Sísifo, como castigo, fue condenado a perder la vista y empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, y así indefinidamente.
¿Quién desenfadará el decreto de Zeus contra Sísifo? O habremos de concluir en las reflexiones pesimistas de Camus a quien le parece que Sísifo representa al “hombre absurdo”, y para nosotros diríamos, que somos la representación del “país absurdo”, quienes debemos resignarnos a la idea de la eterna perpetuidad de nuestras desgracias sociales políticas y económicas, así como Sísifo se muestra perpetuamente consiente de la completa inutilidad de su vida.
En 1954, con la caída del régimen de Jacobo Arbenz Guzmán, el país experimentó la intervención norteamericana que nos devolvió al retraso y es una muestra exacta de lo que parece un castigo sisifico.
Guillermo Toriello Garrido encabezó la delegación de Guatemala que asistió a la X Conferencia Interamericana de la Organización de Estados Americanos que se realizó en Caracas Venezuela hace ya 54 años. Al inicio de su discurso que pronunció el día 4 de marzo de 1954, expresó que llevaban la fe y el entusiasmo que les inspiraban la Revolución del 20 de octubre de 1944, enteramente acordes con las aspiraciones de progreso integral de las naciones del continente americano. Aquella delegación se propuso con dignidad manifestar las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo y del Gobierno de la Revolución.
En su discurso, el canciller Toriello hizo notar que tanto el pueblo y el gobierno estaban sólidamente unidos en el anhelo y en esfuerzo de lograr la efectividad de su independencia política y económica mediante el ejercicio de la democracia, el respeto absoluto a los derechos políticos y sociales del hombre y el desarrollo de un programa económico acorde con las necesidades actuales y futuras de la nación.
Durante la década 1944-1954, Guatemala creyó haber salido de la asolación que a través de su historia le han infligido diferentes regímenes esclavistas que tuvieron origen durante la colonia y por brutales tiranías que ejercieron tanto españoles como criollos, ambos de tipo eminentemente feudal. Así lo creía y lo manifestó Toriello en aquel histórico discurso que lo consagró para eterna memoria como el “Canciller de la Dignidad”; que Guatemala, surgido de los escombros de ese trágico pasado con la determinación inalterable de forjar su propio destino, sin interferencias extrañas, a través de un sistema democrático de gobierno, consecuente con las necesidades vitales de su pueblo, respetuoso de las normas del derecho internacional y animado del firme propósito de mantener cordiales relaciones con los países amigos y cumplir fielmente con sus compromisos internacionales.
Tal como lo manifestó Toriello, la política de rescate de las riquezas y recursos nacionales, mantenidos en abandono por décadas enteras, no tenía más inspiración que la propia miseria de nuestro pueblo, provocada por la concentración de la tierra y por la estructura atrasada de nuestra economía.
Como podrá notarse en la transcripción del discurso ante la X Conferencia, media centuria después es muy poco el avance en los aspectos sociales, políticos y económicos. La intervención como lo previno Toriello proféticamente, condenó a los países del continente a renunciar por mucho tiempo a toda posibilidad de progreso económico y social.
Siguen siendo tareas pendientes en materia constitutiva, cuestiones como: La humanización de las relaciones obrero-patronales dentro de las empresas industriales y agrícolas, por medio de la promulgación de leyes orgánicas del trabajo que, lejos de propiciar levantamientos violentos de trabajadores, desesperados por la miseria, institucionalizan dichas relaciones obrero-patronales dentro de un sistema de justicia social mínima y de resoluciones administrativas y judiciales ajustadas a la ley. Y para quienes creen que al hablar de desarrollo para las comunidades por medio de la concesión de la exploración y explotación minera es un signo novedoso de sensibilidad social y de minería responsable, y además acusan que la oposición al saqueo de nuestros recursos naturales es algo que nace del espíritu retorcido de la interpretación de los acuerdos de paz, y de un país que pervierte la libertad democrática les refiero el siguiente análisis expresado por Toriello en 1954 pero que aun es vigente en nuestra realidad social y política.
La República de Guatemala no es contraria a la inversión de capitales extranjeros en su territorio. Exige únicamente a los inversionistas del exterior una sujeción leal a las leyes del país, en igualdad de condiciones con los propios guatemaltecos. Pero rechaza terminantemente toda inversión de tipo colonial, así como la pretensión que el capital extranjero goce de privilegios que la ley no otorga a los nacionales.
Se ha hablado repetidamente de las inversiones de capital extranjero como la panacea para curar los males de los países cuyo desarrollo económico se encuentra atrasado. Pero poca importancia se ha dado a las modalidades de esas inversiones, y frecuentemente se olvida que algunas compañías inversionistas son la causa principal del atraso en que algunos países se encuentran. Las inversiones de tipo monopolista, en muchos casos, han asfixiado precisamente el desarrollo general de algunos países. Es evidente que, al recomendar las Naciones Unidas el fomento de la inversión de capitales extranjeros para el desarrollo económico de los países atrasados, no ha pensado tomar como patrones a inversionistas que, como la United Fruit Company, han levantado una ola de indignación en numerosos países de América Latina, cuyas riquezas han explotado en beneficio exclusivo de sus accionistas, sin dejar al país interesado ni siquiera una contribución fiscal equitativa.
La historia de las inversiones en la América Latina para explotar el banano, el petróleo, el cobre, el estaño y otros productos vitales para la economía de algunos países, se parece muchísimo a la dolorosa y primitiva historia de las explotaciones coloniales. Compañías de este tipo toman todo para sí; succionan íntegramente la riqueza del suelo, pagan elevadas contribuciones al país de donde proceden y acumulan millones en favor de unos cuantos accionistas que jamás saben que sus jugosos dividendos son fruto del sudor y la miseria de miles de trabajadores abrumados por la ignorancia, la enfermedad y el hambre. Estamos convencidos que los intereses de estos monopolios son ajenos a los legítimos y verdaderos intereses del pueblo que provienen y de su gobierno, y es evidente que constituyen sólo motivo de fricción innecesaria y peligrosa entre Estados amigos, cuando indebidamente recurren, no sólo a la protección diplomática sino aun a comprometer a funcionarios y a entidades oficiales, para mezclar a su gobierno en la defensa de una causa insostenible.

Estas fueron las reflexiónes del "Canciller de la dignidad" son un terrible presagio de una condena a perpetuidad.Perdonadme el pesimismo que nos inquieta después de quinientos años que a rodado la piedra.

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